Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Te aprendo

  No te miro, yo te aprendo.

 Contemplo irremediablemente
tu gama de colores, texturas y dialectos,
sin lograr controlar el deseo irrefrenable 
de sumergirme por completo en todos ellos.

 Como quien de noche,
en un impulso de locura,
se despoja en la orilla de su ropa y sus vértigos
y desde el más alto de los acantilados
se zambulle en el agua fría y oscura,
con el cuerpo desnudo,
los miedos al día
y las ganas repletas de ti.
       
                                                               

El día después.

 ¡Hola de nuevo!
 
 Hay algunas novedades en mi vida que me apetecía compartir con cualquiera que por accidente o despiste termine aquí, sobre estas líneas, al otro lado de mi.

 Llevaba mucho tiempo sin dejarme "ver", pediría disculpas si no fuese porque he estado entretenida viviendo y a éstas alturas ambos sabemos que no hay nada más importante que eso.

  Con veintitrés años, hace cuatro y medio, fue mi primer día del que hasta ayer era mi trabajo.
  Durante éste tiempo he crecido lo suficiente como para saber que me queda todo por aprender. Si tuviera que destacar algo de los últimos años sois la gente, lo jodidamente maravillosos que podéis llegar a ser los desconocidos y sin lugar a dudas me quedo con una de las mejores ventajas que tiene el haber sido taxista y es la vista privilegiada que te condece el retrovisor de los ojos de cualquiera.

 Me guardo con cariño los piropos y besos que he recibido de los abuelos de otros, los miles de kms recorridos, las historias que he oído y no me atrevería a repetir, las que no me atrevo ni a imaginar, la admiración, el respeto y el cariño mutuo que he sentido por muchos y me guardo Madrid, sus calles, sus personas, sus atascos, sus impresionantes atardeceres y otras tantas miles de cosas que la han convertido irremediablemente en una de las mejores partes de mi.

 Pensaba que nunca llegaría pero aquí está, es el momento de arriesgar, de luchar por lo que siempre he querido y esforzarme como nunca lo he hecho, por ahora no puedo contar mucho más pero lo que sí os diré es que estoy tan cagadita de miedo como feliz.

 Gracias por compartirlo conmigo y por favor no dudes en contarme que tal te va a ti en este mundo de adultos.

 Un abrazo de los buenos, de los sin prisa.

Somos

Somos lugares, recuerdos, fotogramas en movimiento, bandas sonoras, tiempo, olores y piel, somos muertes y nacimientos, todos morimos y nacemos más de una vez, lo que sucede entre medias somos solamente nosotros.

 No hablo de reencarnaciones, hablo de quien sin quitarte la vida tienen el poder de matarte y quien sin dártela te hace sentir que has vuelto a nacer con una simple palabra, gesto, mirada o caricia.
 Sobrevivimos hasta nuestra próxima última exhalación sin sospechar siquiera que para nosotros, tal y como nos conocemos en ese mismo instante, no habrá más.
 Ignoramos nuestros propios límites y sin saber de mano de quién, nos sorprende un nuevo azote que nos despierta el llanto y nos ayuda a hinchar nuestros pulmones con aire tan nuevo como nuestro.

 Somos lo que queramos ser, somos infinitos, la máquina perfecta con un tiempo limitado, somos vida y por ello disfrutamos de la grandeza de sentir.

 No dejo de oír que aprendemos tarde pero tarde ¿para quién?

 Hagámonos renacer.


Buenas noches

Hay días que me levanto con una seguridad pasmosa de que al otro lado del mundo no se debe estar nada mal y le doy vueltas durante el día para terminar durmiendo, serena, en la misma cama sobre la que horas antes amanecí.

 Conocedora de que hay lugares maravillosos (paisajes salvajes, sabores afrodisiacos, cascadas, ríos y mares, océanos, islas, gigantescos icebergs, selvas impenetrables, personas sin prisa ni hora, con estrellas) y sin embargo tengo la certeza de que el paraíso está muy lejos de todo eso y ellos ni siquiera lo sospechan.

 Cada noche llegado éste punto me duermo con pena, compadeciendo a todos aquellos que desde el otro lado del mundo o de la calle, desde todos esos lugares de un valor incalculable, ignoran tu existencia y una parte de mi, la más cruel o traviesa, sonríe orgullosa porque sólo yo conozco el nombre y los apellidos de la playa de Madrid y sé cómo suena el romper de sus olas, conozco la blancura de su espuma, la trasparencia de sus aguas, la textura de su arena, lo empinado de sus acantilados, la resaca de sus mareas, el horizonte infinito de quien es única sin siquiera imaginarlo, a sabiendas de que es precisamente eso, el desconocimiento de su propia belleza, lo que le hace insoportablemente bella.

 Les compadezco desde el cariño, la travesura y el orgullo, desde mi propio paraiso del mundo: su ombligo.

Miedo

Tengo miedo, tanto miedo que me persigue, me acorrala y me asusta.

Ésta vez no se trata de pérdidas, recuerdos ni heridas, de noches oscuras ni tormentas fulminantes, no son monstruos bajo la cama ni sobre ella tampoco, no es temor a lo desconocido, ni siquiera a la confirmación de mis peores sospechas.
Ésta vez, como tantas otras, mi miedo tiene perfume de mujer pero no de cualquiera, ahora, hoy, mi miedo tiene mi nombre, mi cara, mis manos y mis pies.

Apostarlo todo en una sóla jugada, a un número, envidarlo a un único color es arriesgado pero cuando la apuesta es por uno mismo, cuando tú eres todas las variantes concentradas en una, conviertes un mero pasatiempo en un juego peligroso, probablemente mortal y eso indudablemente da mucho miedo, tanto miedo que asusta.

Gracias


 Cuando recibes un golpe en la cabeza y tu memoria se volatiliza en contra de todo pronóstico no eres tú quien sufres, no te asustas ni te preocupas, ni tan siquiera sientes dolor, tú sólo preguntas una y otra vez lo mismo a personas que te dan una vez tras otra las mismas respuestas con el máximo cariño y una milagrosa paciencia.
 Te hacen compañía y te cuentan cómo han pasado las cosas y dónde estás tantas veces como quieras a sabiendas de que minutos después habrás traspapelado la información en algún lugar cercano a ninguna parte.
 Tus días olvidados permacen inalterables junto a los que sufrieron por ti y yo no imagino un lugar mejor donde guardar mis agujeros de gusano.


                                                                                                                        
                                                                                                                      Gracias.


N, S, E, O.

  No puedo creerme que estés aquí, conmigo, sobre el colchón anhelante, bajo las sábanas blancas de hilo y yo desde la otra punta, desde mi cuerpo repleto de envidia por ambos sólo acierto a admirarte, a deleitarme con tu delicada desnudez, a hipnotizarme con el movimiento ascendente y descendente de tu pecho y su respiración, quien a paso lento me aleja de la consciencia.

 Llegado éste punto poco importa ya nada de lo que ocurra más allá de tus cuatro puntos cardinales.

 Al norte tu pelo, liso, casi claro, te cubre medio rostro y no le culpo. Tus ojos aun cerrados, sellados por largas pestañas que iluminadas por el sol hacen sombra en tus párpados. Mejillas tersas, barbilla firme, labios carnosos, relajados como quien sabe que ha encontrado su lugar y decide quedarse para siempre, siendo para siempre todas y cada una de las siete vidas que le pertenecen.

Al sur dos piernas, largas, delgadas, seguras, repletas de miradas desconocidas y pasos firmes, disimulan algún que otro tropiezo sin tener que avergonzarse de ninguno. Tobillos finos, fuertes. Pies descalzos, suaves, bonitos, diez dedos equilibrantes.

En el este un brazo fino y fuerte se sabe diestro,  un hombro y una muñeca estrechos, dedos largos y expertos en tantas artes como batallas vividas y escritas. Medio ombligo redondo, pequeño. Un pecho, desnudo, cálido, esculpido por algún artista reconocido de otra época. Vientre, tripa y espalda lisos, tersos.

Al oeste todas tus partes izquierdas besábles, simétricas, cálidas, torpes, apacibles e inquietas, juguetonas, trastas y hambrientas laten aportando a sístole y diástole un significado hasta ahora desconocido.

 Y desde aquí, desde el otro lado de la cama, mientras me resulta imposible cuantificar el tiempo que todos mis sentidos podrían permanecer aprendiéndote, mis ojos se abren y tu cuerpo se desvanece.

 ¿Cuándo aprenderé que en mis sueños contigo mi negativa a pellizcarme resulta siempre infructuosa?