Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Te aprendo

  No te miro, yo te aprendo.

 Contemplo irremediablemente
tu gama de colores, texturas y dialectos,
sin lograr controlar el deseo irrefrenable 
de sumergirme por completo en todos ellos.

 Como quien de noche,
en un impulso de locura,
se despoja en la orilla de su ropa y sus vértigos
y desde el más alto de los acantilados
se zambulle en el agua fría y oscura,
con el cuerpo desnudo,
los miedos al día
y las ganas repletas de ti.
       
                                                               

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