Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Quizás

 Disculpad mi ausencia, a veces me cuesta escribir, especialmente por dos motivos, el primero que haya muchas cosas que me ocupen, el segundo que sea feliz, por suerte o por desgracia son la nostalgia y la lluvia quienes me incitan a abrirme las carnes y plasmarlas en papel y hoy... hoy hay gotas tras el cristal.


  Estamos rodeados de frases de filósofos, antiguos y modernos, que nos previenen de los errores que ellos cometieron, consejos sobre la vida, versos románticos sacados de las películas, canciones o de las obras del mismísimo Shakespeare, sin duda alguna tan cargadas de razón como inútiles. 
  El ser humano aprende por dos vías, competición e imitación.
 Todos nos equivocamos pero nunca somos los primeros, muchos, en un tiempo y lugar diferente cometieron el mismo error, aprendieron la misma lección, lo que nos diferencia a unos de otros es el coste humano que pagamos por ello. 
 Es vital ser rápido taponando heridas y poseer destreza suficiente con el bisturí como para que la cicatriz resulte inapreciable, sobre todo para la persona que la porta, fundamental que no le duela con los cambios de temperatura y dejar tiempo y espacio suficiente para el reposo.

 Seguro que en algún momento he dado a alguien un consejo, con que fuese sólo uno ya me parece excesivo o me he creído con el derecho de asegurar que alguien estaba equivocado por el simple hecho de pensar distinto pues bien, a todos ellos: lo siento. 

 Aprendo, por desgracia a destiempo, tened paciencia, no perdáis la esperanza, quizás algún día os sorprenda o no.

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