Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Mudanza

Os parecerá una locura pero a mis veinticinco años he vivido en tres casas y unos ojos.
- ¿En unos ojos?
- Unos ojos.

 Cuando te mudas a una casa metes todo en cajas, escribes en cada una lo que contiene, dedicas un tiempo incalculable en proteger lo más frágil con papel de periódico o de burbujas, si te sobra dinero pagas una empresa para que lo transporte, si tienes coche abates los asientos, si no, puedes alquilar una furgoneta pero si ni siquiera tienes el carnet te recorres la linea 12 del metro de Madrid de punta a punta tantas veces como sea necesario.
 Al llegar al destino rezas por dos razones, la primera que haya ascensor (si no sabes esto antes de llegar tienes un problema), la segunda porque el ascensor sea uno de esos infinitos en el que cabe el sofá, el colchón, edredones, almohadas, objetos decorativos, vajillas, electrodomésticos (grandes y pequeños) vida vegetal, animal y tú.
 Una vez dentro, limpias, abres cajas, desenvuelves, rompes, cuelgas, colocas, montas, no encaja, desmontas, encuentras el tornillo que faltaba, vuelves a montar, friegas, enloqueces, descansas sobre el colchón que has subido por las escaleras y continuas hasta terminar.

 En un cambio de domicilio tienes tiempo para planificarlo y mentalizarte, aunque no lo aproveches, sabes fechas de salida y entrada, cuanto dinero supondrá y la diferencia de precio entre la nueva y la anterior, comparas y eliges, decides y actúas.


 Hace tiempo, no recuerdo con exactitud cuanto, alguien tapó sus ojos con mis manos en una calle abarrotada de gente y me dijo: demuéstrame si puedo fiarme de ti, guíame.
 Ése fue el instante en que me instalé en los únicos ojos que he habitado en veinticinco años, sin planificación, papel de burbujas, ni ascensor, no llevé conmigo absolutamente nada, no supe como había llegado hasta allí y ese pudo ser mi error, no supe llegar y tampoco salir.

  La aceptación es necesaria, he leído por ahí que es el último paso del dolor y como todo, siempre llega, te has ido y muy poco a poco empiezo a entender que debo dejarte marchar, ojala supiese còmo...
   

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