Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

No pegues

 Trasteando en mis zapatillas me he topado con el paso del tiempo, con las suelas desgastadas que anuncian un camino recorrido, los cordones desatados de mis prisas mañaneras y la puntera magullada por los tropiezos, yo y la absurda manía de pensar en ti en cualquier momento.

 Me gustan sobre todo por sus km conducidos, superan con creces cualquiera de las que he tenido, con estas atravieso los días, me precipito a las calles, con los pulmones repletos de aire me sumerjo en la vida y me arropo con todo cuanto irradia calor, incluso en los días más calurosos busco abrigo en las sombras.
 Donde quiera que muera la luz habita la culminación de los matices, el orgasmo de la inseguridad, los intentos fallidos de ayer, mi cuerpo acurrucado, de cuclillas con mis zapatillas sobre el silencio, duplicando la capacidad de mis oídos para alzarme rápidamenteante y sacar a pasear la seguridad ante quien quiera que se acerque a husmear.

                   - No pegues, decía mi madre, pero si te dan defiéndete.

 Hay quien enseña que la mejor defensa es un buen ataque, quien opina que el mejor desprecio es no hacer aprecio y quien, como yo, no conoce la venganza. 
 Cuando el daño es real, tan real como para sangrar sin sangre y llorar con la almohada en la cara no quedan fuerzas para atacar ni ignorar y te transformas en alguien con unas zapatillas desgastadas, desatadas y magulladas que quita oportunidades a quien puede ser digno de ellas por miedo a revivir el dolor. 
 Hace mucho dejé de justificar mis actos, de pedir perdón por el miedo o arrepentirme por sentirlo, hace tanto que he olvidado los motivos por los que soy como soy pero no a quienes me hicieron así.

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