Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Desvarìos febriles

La distancia es como la edad, nunca he conseguido calcularlas con un minimo de aproximaciòn, mi truco para los años es entrecerrar los ojos como sìntoma de concentraciòn y decir siempre varios menos de los que se me pasan por la cabeza, en cuanto a la distancia me conformo con acertar el continente.
  
Dicen que cuando cometes un error, no importa el lugar ni la edad que se tenga, si te arrepientes, se debe pedir perdòn y en ese momento la otra persona decide o no perdonarte, un error, una disculpa, un perdòn...o no, asì son las cuentas.

Si hablas con alguien durante algun tiempo crees conocerlo, incluso en contadas ocasiones, sin hablar ya parece existir un vìnculo especial, es mentira, conocemos a alguien en un determinado monento, un minuto despues nada de lo aprendido vale.
Puedes recorrer la misma ciudad a lo largo de tu vida, caminar sus calles, cruzar sus puentes o tener tu rincòn especial pero nunca llegas a conocerla en su totalidad, con las personas no es màs difìcil, es imposible.
  
Hay lìmites, he estado un par de dìas en la cama, gripe en pleno julio, he entendido donde estan los mios, tanto fìsicos como mentales, he alcanzado algunos y tomado decisiones sobre otros, hay dìas que sòlo existen para nosotros, en los que sin salir las cuentas las conclusiones son claras y al tiempo sòlo le queda darte la razòn, lo bueno de esos dìas es que tal como empiezan acaban y la fiebre deja paso a la esperanza de haber pegado un pequeño estiròn, fìsico o no.

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