Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Añejo

 Me han regalado dos pares de tapones para los oidos, justo hoy que he subido mi volumen para no oir el eco de tus añejas pisadas.

 Si me preguntasen sobre ti  respondería entre risas y todas las respuestas serían incorrectas, han pasado años y ya no te conozco, hubo un tiempo en que al menos conseguí interpretarte, que no es poco, te quise, que es mucho y hoy ni tú eres quien eras ni yo soy quien fui.

 Es algo tan lógico a primera vista como necesario para entender que echar de menos el pasado es absurdo, desde pequeños nos enseñan que el orden de los factores no altera el producto o dicho de otra manera: no importa cuanto tiempo tardes en resolver un cubo de Rubik porque los colores siempre serán los mismos, se puede pedir ayuda o hacer trampa, comprar uno de los que tienen pegatinas, despegar cuidadosamente cada una y colocarlas en su cara correspodiente, podemos conseguir que nadie lo note e incluso no sentirmos culpables por ello pero al final siempre quedarán el amarillo, el verde, el azul, el naranja, el rojo y el blanco en cualquier cajón olvidado.

 Un día por accidente, por limpieza o por mudanza (como se suelen encontrar las cosas antigüas) abres el cajón y sorprendentemente el cubo parece algo distinto, te asalta el miedo de haber pasado por alto algo especial pero tardas poco en soplar y descubrir que eso tan diferente no es más que polvo.








¿Sabes? Lo mejor de rebuscar en los recuerdos no es encontrar lo que creías perdido, es quien sopla contigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario