Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Peaje

 En milésimas de segundo todo pasa, un día más la carretera me ha enseñado lo efímero de la realidad, cuando menos lo esperas queda al descubierto tú mortalidad y aun cuando los daños físicos son inapreciables irreversiblemente algo cambia, esas son las cosas más importantes, las perdidas irreparables son las lecciones más caras, es el peaje que pagamos por aprender lo que de otro modo no entenderíamos.
  Es duro, el proceso de aprendizaje es duro, sobre todo cuando nadie nos permite negociar, estaría bien poder regatear y echarnos para atrás cuando la oferta no nos convenza, algunos dicen que saber ciertas cosas ayudan a no cometer los mismos errores, yo voto por compartir lo aprendido, otra vez mi tonta ilusión de encontrar a el dolor distraido y zafarme de él.


 Pocas veces las cosas salen como deseamos, tal vez por unas espectativas demasiado altas o por no estar a la altura, sea como fuere no me quejo, el tiempo siempre te regala su por qué, es cuestión de paciencia. 
 Hace mucho dejé de creer en su justicia, en la de el tiempo, entendí que el único sitio que debe preocuparme es el mio, al fin y al cabo las conciencias de los demás no llegan a mis oídos.
No sé mucho de matemáticas, tampoco creo en la facilidad, todo lo que merece la pena cuesta y la dureza de la lucha es equiparable a el valor de lo conseguido. 
El orgullo no forma parte de la personalidad, a decir verdad es una palabra absurda que justificar la cobardía.
El silencio es un buen sitio para esconderse cuando sientes que las palabras equivocadas te pisan los talones y amenazan con huir.
 Siempre se es demasiado joven para dejar de creer en cualquier cosa, especialmente en ti.

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