Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Merece la pena

 La soltería es un lugar donde la libertad individual esta muy por encima de cualquier democracia pero es lícito el miedo a pensar que nunca encontrarás a tu persona y no hablo de medias naranjas ni almas gemelas porque, sinceramente, no creo en su existencia. 
 Hablo de algo mucho más grande, algo sobrehumano que se escapa de las manos incluso cuando tienes todo bajo control, que es capaz de quitarte el apetito y dártelo en décimas de segundo, que te arropa sin tela, un sentimiento indescriptible que te hace sentir inmortal, sonreír a deshora, perder la consciencia, la noción del tiempo, el control de tu propio cuerpo y hasta la voluntad, aprendes que no sólo se puede besar con la boca y no tener nada que hacer durante horas se convierte en el mejor plan tanto en vertical como en horizontal.
 
 Cuando encuentras a alguien que es capaz de convertir los cuentos en meras anécdotas deja de importar lo que pase ahí fuera y creedme si os digo que no tiene caducidad, muchos dicen que es cuestión de meses o un par de años que esto pase, en mi opinión es la forma que tienen de consolarse, de negar que se equivocaron de persona y no molestarse en volverlo a intentar.

 Soy una niñata con poca experiencia, lo sé, pero esto no es cuestión de saber ni de fe, esto es sentir, tener la certeza cada día de que si esa persona desapareciese, tu vida, se deshilacharía y pasarías a ser un ovillo cualquiera a la espera de una mano que lo recogiera y lo juntase con los demás, recordándote lo que durante un tiempo habías olvidado ya, tu humana mortalidad.

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