Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Cambios

Desde que naces aprendes que las cosas cambian y también que la mayoría de las veces ese cambio no está en tu mano, nadie pregunta, muchos de los sucesos que afectan de lleno a tu vida, desde antes de tu primer diente, incluso antes de tu primer pañal, no dependen de ti y aun así, sin tu consentimiento, ocurren.

 De vez en cuando miro atrás y observo cómo era y con quien, los que estaban y alejé voluntariamente, los que, aun queriendo, ya no están y los que aparecieron por sorpresa y por los que daría lo que fuese porque se quedasen al menos un rato más que yo.
 Estoy hecha de todos ellos, no sé si lo hice bien o mal pero el resultado es lo que soy, tan diferente de ayer y quién sabe si de mañana.

 Una de las cosas más importantes que me enseñó mi padre fue que nos equivocamos al pensar que hay tiempo para decir las palabras que en su momento se tragó el silencio, el orgullo, el miedo, la vergüenza o las desgana.
 La gente oye: "Más vale tarde de nunca" y se lo cree, continúan como si el tiempo entendiese de respeto y los días fuesen algo más que una simple cuenta atrás. No se percatan de que ese "tarde" puede ser "nunca" sin avisar y detrás no habrá turno de ruegos y preguntas, ni un pares o nones en el que apostar un instante más, las oportunidades si no se aprovechan se pierden y cuando alguien desaparece las oportunidades perdidas se van con él.

 Hago cosas mal, miles, soy torpe y en algunas ocasiones cobarde, aprendo lento, cometo errores y pierdo oportunidades, ni siquiera sé dejar de querer, lo que dinamita mi capacidad de olvidar y eso a menudo duele.
  Sé poco, muy poco, sé que el orgullo es sólo la excusa de los cobardes y que la cobardía puede ser un acto noble siempre y cuando exista un miedo justificado a perder.

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