Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Primer encuentro

 Un mar de gente arrastra sus vidas hacia su destino sin preocuparse por si las destrozan contra el suelo durante el trayecto, es demasiado pronto, incluso, para pensar en ello.

¿Sabes? me encantaría tropezarme contigo entre tanto desorden, que no me reconocieras, decirte mi nombre y preguntar por el tuyo, fingir que un día mi frágil memoria se olvido de ti y de tu recuerdo, empezar de cero, sobretodo para ti.

 Una pareja baila sin música, me hacen gracia, todos deberíamos ser así, capaces de evadirnos en el otro sin mayor necesidad que existir.
 El chico le pisa y ella se ríe, como si en ese momento incluso el dolor tuviese ritmo.

Entrecierras los ojos tras el choque intentando recordar de que te suena mi cara, esta que en su día te resultó tan familiar y que hoy no te dará el nombre que necesitas, hace demasiado que dejé de existir.

 Hay un hombre que vende pañuelos en un semáforo, lleva un chaleco reflectante, el típico amarillo, cerca o pasada por poco la cincuentena. Los ofrece con un levantamiento de cejas acompañado de un ligero golpe de cabeza e independientemente de la respuesta que reciba (mayoritariamente negativas) desea suerte, pero no cualquier suerte, lo dice de tal manera que, incluso cuando el día no puede ir mejor, sientes que acaba de hacerlo.

 Tu mano esta suave, lo sé porque me has rozado cuando te daba los papeles que se te han caído.
 Aun llevas el anillo de coco, nunca me pude poner el que me regalaste (no quise decírtelo pero no me valía, me gustaba que pensaras que al mirarlo me acordaría de ti, como si hiciese falta un anillo para eso).

 Hace el frío normal de un día de invierno pero mientras sueñas despierto no se siente más allá del sueño.
 Es curioso que los mejores sueños los tengamos con los ojos abiertos, hacemos aparecer a quien nos place, aun sabiendo que, de pedírselo, nunca obtendríamos su permiso.
 Tenemos total libertad de actuación pero es importante no olvidar que la vida real, tarde o temprano, te hace meter las manos en los bolsillos justo a tiempo de evitar la congelación.

Tras el primer encuentro empezaríamos por unos cafés, o un paseo, alguna exposición, un cuenta cuentos, una tarde en el muelle o un helado mojado por la lluvia, una película rara pero bonita, de las que más te gustan, algún teatro o bailar sin música, un silencio cómodo o mejor aun: todo al mismo tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario