Sobre sus baldosas la gente viste tus ojos y taladran a golpe de tacón unas aceras desgastadas por su transito, en las distancias cortas sus bocas parecen susurrar tu nombre como quien silencia un secreto que todos sabemos y nadie, quizás por miedo o por piedad, se atreve a desvelar.
Hoy Madrid se ha despertado con el día tonto (coincidiendo con el mio), no deja de repetirme que durante horas fuiste sólo suya, intento ignorarla pero es difícil, cree que nunca he dejado de buscar alguna pequeña parte de ti que, con las prisas, se te cayera del equipaje.
Tenéis algo en común, vuestras calles nunca terminan, simplemente cambian su nombre. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario