Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Realidad

Te llamas Miriam, tienes tres años y medio y ves a tu madre dos horas a la semana siempre delante de un trabajador social, vives con tu abuela materna porque tu madre se fue a las frías calles de Madrid en Enero de 2009, tú aun usabas pañales.
La primera noche que durmió en ellas pasó tanto frío que llamó al Samur Social buscando ayuda y mal durmió en un albergue, cuando entró y vio las caras de los que allí dormían sintió un escalofrío, hoy, a las 17:27, ha subido a mi coche llena de vergüenza, viéndose, casi dos años después, reflejada en cada uno de ellos.
No te conozco y sólo he compartido con tu madre cinco km, ni siquiera sé su nombre, de Antonio López a Príncipe Pío, le he dejado al otro lado del río, sus cosas en siete bolsas de basura y una maleta, esta noche duerme allí, junto al Manzanares.
Mañana volverá al albergue cercano, en busca de una cama.
Hemos hecho un trato y yo le he pedido un favor, con los diez euros que le quedaban para pagar el taxi va a comprarse un billete de diez viajes para ir a verte y esta noche cena algo.
¿Qué le he pedido? Que no se lo gaste en alcohol ¿Ilusa? Espero que no.
Como le dice su psicóloga si se marca una meta tiene que ir a por ella, sin rodeos.

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