Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

De noche

En el fragor de la noche se atenùan las verdades y se desnuda la vergüenza de los deseos inconfesables en cuerpos tartamudos, las grandes ciudades alojan en sus calles mujeres que ocultan a las farolas el rimel corrido de su rostro y buscan cobijo en el humo de algun cigarrillo, caminan con la seguridad de saber lo que estan haciendo y por què, disimulando los tropiezos del alma a golpe seguro de tacòn.

  Unas horas despues, cinturas sin dueño, algunas con pareja, se contonean, en la medida que el cansancio se lo permite, a la espera de que alguien lleve su dignidad intacta de vuelta a la cama, esta vez para descansar.

Al compàs de los bostezos de una ciudad fantasma me camuflo entre la gente, alegrandome infinitamente del dolor de cabeza que en unas horas no tendrè y echando a suertes si es demasiado tarde o demasiado temprano para desayunar.

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