Al nacer nos son entregados unos barcos y un tablero, invisible pero existente, el tablero de tamaño estándar, los barcos varían dependiendo de la importancia de la carga, crecen a lo largo de los años y una vez fijada su posición no se permite moverlos.
Cada suceso se traduce en una letra y un número, si tienes suerte y no es trascendental tocará agua y no te verás afectado, si escuece tendrás que encontrar el alcanzado y valorar daños, mantenerlo a flote depende de su tamaño y de tu agilidad achicando agua.
Los barcos pequeños se hunden antes pero también es más difícil que los alcancen, los grandes, lo que llevan la carga importante pueden verse golpeados a menudo, con cada golpe el tamaño de la grieta aumenta y nuestra única posibilidad es cerrar escotillas, aun sabiendo que lo que queda detrás de cada una de ellas será irrecuperable nos vemos olbligados a renunciar a esa parte para intentar salvar el resto.
Imposible saber donde caerá el siguiente golpe ni la cuantía de los daños que causará, nuestra única opción es continuar, iremos más lento, a veces remaremos y cuando no haya fuerzas nos dejaremos llevar.
Desde el día que nacemos nunca volvemos a estar intactos, no existen astilleros donde repararnos así que una vez tocados quedamos a nuestra suerte y con una única misión: retrasar cuanto podamos un naufragio ya anunciado.
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