Qué no daríamos por una hora más con quien ya no está, qué no daríamos por no sentirnos ni ser los culpables de su ausencia.

Quedé contigo a las cinco en nuestra ciudad, en el banco de siempre, donde te paso a pensar, llegué antes de tiempo, aguanté unos minutos quieta, tarde poco en comenzar a andar, mis pies crearon una espiral, dos autobuses y mi espalda tomó la forma de un respaldo algo incómodo y aun humedo por la lluvia de ayer.
Recuerdo los nervios, el pánico a lo desconocido, la locura de lo incomprensible, la inmensidad de lo absurdo de saber que un error se aproxima y yo voy hacia él.
Recuerdo que sentí cuando mi reloj me gritó que no volverías, lo escondí bajo la manga como si la ignorancia del tic-tac lo fuese a detener, lo desterré de mi muñeca y aun sigo sentada con él, desconozco cuanto tiempo llevo aquí y cuanto me queda por estar,no dejo de repetirme: hasta en punto y si no viene me voy, hasta y cuarto y si no aparece me marcho, puede que le haya surgido algo y aparezca a y media, si a y media no esta...esperaré un minuto más...

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